El Sr. Monk y yo
Soy un enfermo maniático.
Lo reconozco.
Entre el cerro de manías, obsesiones, compulsiones y comportamientos dementes que tengo, se cuenta una maña: le miro los pies a las chamas en la calle. El propio fetiche, pues. Qué hace uno.
La moda de las sandalias y los zapatos abiertos ha significado todo un banquete para los ojos de este humilde bloguero. Y hasta en ese detalle se nota lo coqueta que es la mujer venezolana. Hasta ahora, son mayoría los pies arreglados y bonitos que he visto por ahí. Pero me he llevado mis buenos chascos: había una chama en la universidad que me gustaba mucho. Por mi timidez, nunca me había atrevido a decirle nada. Al final tampoco le hablé porque una vez la vi descalza... y qué pies más sucios!!!! Fin del idilio.
-=<<>>=-
Soy hijo de una odontóloga. O sea que desde muy pequeño me inculcaron unos hábitos de higiene bucal bastante estrictos, cosa que agradezco. Lo único malo es que eso significó el nacimiento de otro hábito: me fijo en la dentadura de quien habla conmigo. No me importa que la gente tenga los dientes torcidos, eso no quiere decir nada. Lo que sí me enferma y me hace volver la mirada a otra parte, es ver unos dientes con arquitos amarillos de sarro en las encías.
¡¡ASCOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!
Y si a eso le sumamos el mal aliento...
Hace más o menos dos años conocí una chama bastante atractiva. Era como me gustan a mí: morena y gordita pero con curvas. La química que había entre nosotros era increíble, casi que se sentían los chispazos. Peeeeero...
Mala higiene bucal. Y un aliento de esos que es capaz de marchitar un ramo de flores, igualito que en las comiquitas.
Yo no le paré mucho a ese detalle al principio, lo cual hace una idea de lo mucho que la chica en cuestión me gustaba. Un día fuimos a un concierto que dio un grupo en el Aula Magna de la UCV y como sabíamos que íbamos a salir tarde, pues cuadramos para que se quedara a dormir en mi casa porque ella vive en Guarenas. Mis padres la conocieron y les cayó buenísimo.
Esa noche nos quedamos hasta tarde cotorreando mientras la electricidad entre los dos seguía fluyendo sin pausa.
"Voy a respirar profundo, contengo la respiración y le doy su buen beso.", pensé.
Estaba a punto de besarla cuando se quitó los zapatos. Los pies, preciosos. ¡¡¡Pero qué olor!!! Hasta ahí llegó la cosa. Fue como si alguien hubiera bajado el interruptor porque a partir de ese momento dejó de fluir la química. Después ella me buscó varias y yo me hice el paisa. Cada vez que me acordaba de ella me llegaban a la mente el olor de su aliento y sus pies. "Qué va, corre mientras puedas, Jorge!", me decía.
Sé que lo anterior suena mal y hasta poco caballeroso pero de verdad hay hábitos de higiene que son imprescindibles para lograr un acercamiento cuando una relación va en vías de enseriarse. Eso se aplica tanto a mujeres como a hombres. No hay nada que rompa el encanto como un aliento desagradable. ¡Dígame si la pareja de uno fuma! ¿Han besado en la boca a alguien que fuma? Yo sí, hace tiempo. Sin comentarios.
-=<<>>=-
Estoy haciendo un bosquejo de unas páginas de periódico al tiempo que escribo este blog y por ahí me sale otra condenada manía: soy enfermo perfeccionista cuando hago trabajos que incluyen fotos o ilustraciones. Si una raya me quedó descolocada así sea 1 mm, con el mouse amplío la imagen al máximo, luego manipulo la raya y la muevo despacio hasta que queda donde quiero. En ese plan soy capaz de tardarme hasta tres horas cuadrando una primera plana. Ya sé, ya sé, "Lo perfecto es enemigo de lo bueno" pero también es cierto que hay imperfecciones que me pueden costar una nota y qué va, eso es impensable. Y eso que ahora soy menos maniático que antes: cuando hacía ejercicios que implicaran el uso de los números, dividía la hoja de papel en tres columnas de exactamente el mismo ancho. No empezaba a escriir hasta que no comprobaba que las 3 columnas medían lo mismo.
-=<<>>=-
Me voy. Llevo varios días con un mechón de pelo que está más largo de la cuenta. Cada vez que estoy sin hacer nada, me llevo las manos a la cabeza y empiezo a juguetear con el condenado mechón. ¡O me busco ya mismo una tijera o me voy a chiflar más de lo que ya estoy!
Lo reconozco.
Entre el cerro de manías, obsesiones, compulsiones y comportamientos dementes que tengo, se cuenta una maña: le miro los pies a las chamas en la calle. El propio fetiche, pues. Qué hace uno.
La moda de las sandalias y los zapatos abiertos ha significado todo un banquete para los ojos de este humilde bloguero. Y hasta en ese detalle se nota lo coqueta que es la mujer venezolana. Hasta ahora, son mayoría los pies arreglados y bonitos que he visto por ahí. Pero me he llevado mis buenos chascos: había una chama en la universidad que me gustaba mucho. Por mi timidez, nunca me había atrevido a decirle nada. Al final tampoco le hablé porque una vez la vi descalza... y qué pies más sucios!!!! Fin del idilio.
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Soy hijo de una odontóloga. O sea que desde muy pequeño me inculcaron unos hábitos de higiene bucal bastante estrictos, cosa que agradezco. Lo único malo es que eso significó el nacimiento de otro hábito: me fijo en la dentadura de quien habla conmigo. No me importa que la gente tenga los dientes torcidos, eso no quiere decir nada. Lo que sí me enferma y me hace volver la mirada a otra parte, es ver unos dientes con arquitos amarillos de sarro en las encías.
¡¡ASCOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!
Y si a eso le sumamos el mal aliento...
Hace más o menos dos años conocí una chama bastante atractiva. Era como me gustan a mí: morena y gordita pero con curvas. La química que había entre nosotros era increíble, casi que se sentían los chispazos. Peeeeero...
Mala higiene bucal. Y un aliento de esos que es capaz de marchitar un ramo de flores, igualito que en las comiquitas.
Yo no le paré mucho a ese detalle al principio, lo cual hace una idea de lo mucho que la chica en cuestión me gustaba. Un día fuimos a un concierto que dio un grupo en el Aula Magna de la UCV y como sabíamos que íbamos a salir tarde, pues cuadramos para que se quedara a dormir en mi casa porque ella vive en Guarenas. Mis padres la conocieron y les cayó buenísimo.
Esa noche nos quedamos hasta tarde cotorreando mientras la electricidad entre los dos seguía fluyendo sin pausa.
"Voy a respirar profundo, contengo la respiración y le doy su buen beso.", pensé.
Estaba a punto de besarla cuando se quitó los zapatos. Los pies, preciosos. ¡¡¡Pero qué olor!!! Hasta ahí llegó la cosa. Fue como si alguien hubiera bajado el interruptor porque a partir de ese momento dejó de fluir la química. Después ella me buscó varias y yo me hice el paisa. Cada vez que me acordaba de ella me llegaban a la mente el olor de su aliento y sus pies. "Qué va, corre mientras puedas, Jorge!", me decía.
Sé que lo anterior suena mal y hasta poco caballeroso pero de verdad hay hábitos de higiene que son imprescindibles para lograr un acercamiento cuando una relación va en vías de enseriarse. Eso se aplica tanto a mujeres como a hombres. No hay nada que rompa el encanto como un aliento desagradable. ¡Dígame si la pareja de uno fuma! ¿Han besado en la boca a alguien que fuma? Yo sí, hace tiempo. Sin comentarios.
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Estoy haciendo un bosquejo de unas páginas de periódico al tiempo que escribo este blog y por ahí me sale otra condenada manía: soy enfermo perfeccionista cuando hago trabajos que incluyen fotos o ilustraciones. Si una raya me quedó descolocada así sea 1 mm, con el mouse amplío la imagen al máximo, luego manipulo la raya y la muevo despacio hasta que queda donde quiero. En ese plan soy capaz de tardarme hasta tres horas cuadrando una primera plana. Ya sé, ya sé, "Lo perfecto es enemigo de lo bueno" pero también es cierto que hay imperfecciones que me pueden costar una nota y qué va, eso es impensable. Y eso que ahora soy menos maniático que antes: cuando hacía ejercicios que implicaran el uso de los números, dividía la hoja de papel en tres columnas de exactamente el mismo ancho. No empezaba a escriir hasta que no comprobaba que las 3 columnas medían lo mismo.
-=<<>>=-
Me voy. Llevo varios días con un mechón de pelo que está más largo de la cuenta. Cada vez que estoy sin hacer nada, me llevo las manos a la cabeza y empiezo a juguetear con el condenado mechón. ¡O me busco ya mismo una tijera o me voy a chiflar más de lo que ya estoy!
Comentarios
Bueno, entre gustos y colores no han escrito los autores. Es totalmente válido, jajaja aunque qué mal quedan las chamas a las cuales haces mención. Pobres!!. De pana deberían cuidarse más, tampoco te culpo tanto, tienes razón.
Saludos!!
(primero el pato supersónico y ahora la EME....si no te conociera ja ja) y lo de los pies bonitos lo sé, has estado hablando conmigo y has pasado más tiempo viéndome los pies que los ojos...pero quien te culpa si son perfectos (que modesta no?)
ah y por cierto, yo le daría un "second look" a eso del aliento...mira que hasta las peores películas tienen sus segundas partes. You know what i mean.
BESOS !!!
Besillos guaros