Un día cualquiera
5:00 a.m.: Suena el despertador. Mi celular, en realidad. Lo busco a tientas, lo apago, le echo su correspondiente mentada de madre y me acuesto de nuevo. "Quince minutos más y me paro". Como no me fío de mí mismo a esa hora, el celular está programado para sonar de nuevo a los quince minutos. Este lapso me sirve para estirarme, mentarle la madre al celular una vez más y hacer un bosquejo rápido de las cosas que tengo que hacer.
5:15 a.m.: Vuelve a sonar el celular. Lo apago mientras sigo mentándole la madre. Él pensará "Voy a dañarme pa' que me miente la madre por algo distinto". Celular, no dudes de que te echaré la madre si me fallas. Me levanto, voy al baño, me miro al espejo y el reflejo tiene cara de sueño, mal humor y algo de oso grizzly. Trato de no perder mucho tiempo contemplándome y me entrego al ritual de aseo y baño matutino. Tengo que estar listo antes de las 6:30, que es cuando pasan a buscarme para ir a la uni. Hoy la clase es a las 8 y aunque es lunes, vemos una materia tan entretenida que todos disfrutamos la mañana.
8:00 a.m.: No me acordaba que hoy no había clase sino una evaluación corta. El profesor tuvo un pequeño percance y no nos va a aplicar el examen, sino otra persona. Nos entregan la hoja y las preguntas son tan fáciles que despachamos la prueba en media hora, a lo sumo.
8:30 a 11:00: curso mi materia favorita: cafetín VIII. En realidad la curso hasta las 10 porque luego me voy disparado a un laboratorio de computación a bajar una información para un reportaje que tengo que entregar. Elegí el Capoeira y la información que hay al respecto es superabundante. Aparte, es un deporte que me atrae por la coordinación y plasticidad de sus movimientos. Consigo rápido la información y luego me pongo a ver qué ha habido de nuevo en el área de la política, algo que tiene que ver conmigo porque mi trabajo me obliga a estar al día en esa área.
11:00: Como terminamos tan temprano, RJ y yo arrancamos de la uni. Esto es bastante inusual. Las clases de los lunes y martes empiezan a las 8 y terminan a las 12 o un poco antes. Vamos conversando en el camino y riéndonos. Disfruto mucho la trayectoria porque las conversas me permiten desestresarme y ahí doy rienda suelta al piche 20% de maldad que tengo (¿será cierto que soy así de bueno? Hum...), para hacer chistes. Lo habitual es que RJ le dé la cola a alguien más y entonces las conversas son tan animadas que el tráfico no se siente. Así, entre carcajadas, debates y confesiones ocasionales, llego a mi casa.
11 y pico: Leo rápido una parte de un libro sobre el que me van a hacer control de lectura en dos semanas. Al principio odié tener que comprar ese libro porque eso me privó de salir este fin de semana pero empecé a leer y me quedé pegado. El texto se llama "Al pie de un volcán te escribo" y es una compilación de cartas-reportajes escritos entre 1989 y 1992. Sin desperdicio.
12:15 p.m.: Me siento a comer. Corrijo: a tragar como desaforado. Lentejas guisadas, arroz y un trozo bien madurito de aguacate. Me fascinan los granos y las manos de mi mamá simplemente son mágicas porque la comida me sabe a gloria. El guiso de las lentejas está hecho con tomate, cebolla, aceite, sal y condimentos. Todo eso licuado y cocinado junto con los granos. El aguacate está en su punto. Ni muy verde ni demasiado maduro. Le eché sal al pedazo que me serví y en cada bocado procuro combinar un poco de lentejas y un poco de aguacate. Dejo que la pulpa del aguacate se me diluya en la boca y se combine con los granos.
¡Dios, qué rico! A pesar de que tengo prisa y como apurado, no puedo evitar paladear mi almuerzo y ronronear de vez en cuando. Me encanta comer, disfruto lo que me como y ahorita tengo la suerte de sentarme a almorzar en mi casa. ¡Al carajo, no juegue! Tomémonos nuestro tiempo. Total, por un fucking día que llegue tarde, el mundo no se va a caer. Aparte, estoy exagerando porque sé que no hay posibilidad de que llegue tarde: vivo en Prados del Este, trabajo en Las Mercedes y mi jornada arranca a las 2. Olvídalo, Jorge. Deja la fiebre y come despacio.
12:45 p.m.: Termino de comer. Camino contoneándome porque quedé que me estallo. ¡Bah! Los cauchitos que me gasto han sido producidos por arduas jornadas de tragar. Ahora tengo que mantenerlos, así que plomo al hampa. A tragarrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!!!
Estoy de buen humor porque tengo todo el tiempo del mundo y voy a un trabajo que me da lo suficiente para pagar mis estudios y tener alguito de dinero para mí. Aparte, el ambiente me encanta y siento que aporto mi granito de arena para una causa que considero justa. No me caigo a mentiras, sé que lo que hago no va a cambiar el mundo ni va a significar un vuelco en la vida de este país. Tan sólo me dedico a monitorear medios en la tarde para armar resúmenes de noticias que luego enviaré a las 8 y pico de la noche a algunos integrantes de Primero Justicia, incluyendo el comando de campaña de su candidato.
No creo que ese candidato llegue demasiado lejos. Sí quiero que el actual presidente se vaya. Son casi ocho años de tortura y el país no aguanta más. Por eso trabajo con Primero Justicia, pero creo que ya el candidato ha perdido la capacidad de sorprender a un electorado demasiado harto de promesas incumplidas y generalidades dichas hasta la náusea.
Algo hay que hacer pero yo, de verdad, no tengo idea qué será. Es decir, me refiero a que hay que hacer algo con la estrategia del candidato. Como no sé qué será lo que hay que hacer, yo me limito a fajarme en mi trabajo, hacerlo lo mejor que pueda, reventarme el alma para que mis resúmenes sean sustanciosos sin dejar de ser breves y enviarlos puntualmente cada noche. Ese es mi grano de arena. En todas estas cavilaciones se me va el tiempo mientras voy de mi casa al trabajo, al que llego con media hora de anticipación.
1:30 p.m.: Llego y me entero que un sacerdote fue encontrado sin vida en la habitación de un hotel capitalino frecuentado por parejas homosexuales. El cura era subsecretario de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Las circunstancias en que murió el clérigo son raras. Demasiado raras. Por acto reflejo, uno tiende a responsabilizar al gobierno. Sobre todo después del discurso del cardenal Urosa ante la AN, la semana pasada. Allí, el alto prelado defendió la formación religiosa en las escuelas públicas y pidió la escogencia de un CNE confiable.
El mensaje que flota en el aire es "Ah, ¿tú te metes con nosotros y nos ladillas? Okey, nosotros te matamos un cura y de paso hacemos que quede como marico después de muerto. Sigue jodiendo para que veas". Quizá estemos hilando demasiado fino pero después de todo, no se nos puede culpar. En demasiadas ocasiones ha quedado demostrada la participación del gobierno en casos asqueantes de muertes, por decirlo decentemente. Un cura muerto puede ser un botín sustancioso para ellos.
2:00 p.m.: Arranco a redactar la primera de varias "mininoticias" que me tendrán ocupado esta tarde. Esta parte de mi trabajo es automática, casi rutinaria. Para no fastidiarme, busco giros en mi propia redacción para dar a las noticias una presentación diferente. Así me entretengo y de paso me impongo ejercicios de creatividad que son saludables para mi estilo.
El momento fuerte de mi trabajo será más tarde, cuando tenga que estar pendiente de las páginas web de los medios, de una entrevista que le van a hacer a Julio Borges en una emisora de radio y de Aló Ciudadano, un programa de opinión que pasan por televisión, todo eso al mismo tiempo. Ahí dejaré los dedos en el teclado y mis sesos desparramados de tanto dividir mi cabeza ante tanto estímulo informativo.
6:00 p.m.: Empieza la entrevista. La transcribo a toda mecha, llena de errores. No le paro a eso porque es mi estilo de trabajo: transcribo sobre la marcha, a todo lo que me dan los dedos, y luego corrijo hasta la última coma. Mientras la entrevista se desarrolla, tres páginas web se han actualizado. Aprovecho una pausa de publicidad en la radio para incluir las últimas notas informativas. La entrevista termina, la corrijo y la envío por mail. Minutos más tarde entrevistan a otro cuasi-candidato presidencial y arranco a correr otra vez.
7:00 p.m.: Termina la segunda entrevista, la mando a toda mecha y me concentro en la hora estelar del programa de tele. Siento algo viscoso que se me sale por una oreja. "Un pelín de masa encefálica, supongo". Apartando las exageraciones, aún no estoy acostumbrado a estar pendiente de varias cosas a la vez y me cuesta trabajo. Es cuestión de costumbre y sé que al final me habituaré porque sí, porque me toca, porque esto mismo tendré que aplicarlo cuando me gradúe y tenga que trabajar en serio.
8:15 p.m.: Doy los toques finales al resumen, en el que va lo más resaltante del programa de tele. Lo mando, llamo por teléfono a una chama que me está dando vueltas y con la que tengo una química bestial. Todo un cable pelado. Lo bueno es que no hay sentimientos involucrados, y así pretendo mantener esa relación. Al primer "pistón emocional" me desapareceré. Hablamos unos pocos minutos porque me siento cansado y me marcho a mi casa.
10:00 p.m.: Hace rato que cené (o sea, me embutí de más comida) y me instalé frente al televisor a ver "24". Empecé a seguir la serie apenas ahora, con el inicio de su nueva temporada, y me quedé enganchado.
11:00 p.m.: Estoy en mi cama pero trato de sacar mis últimas energías para seguir leyendo "Al pie de un volcán te escribo". El libro es tan endemoniadamente bueno que vuelve a absorberme desde las primeras líneas. Así, olvido que me estoy muriendo de sueño y leo hasta la medianoche, cuando siento los ojos como dos bolas de fuego. Adoro leer. Y leería mucho más si tuviera más tiempo y dinero para comprar un montón de libros que desde hace tiempo me pican el ojo.
12:00 a.m.: Lo último que pienso es justo eso, que necesito dinero para leer más cosas. No le dedico más de 10 segundos a ese pensamiento porque me quedo dormido como tronco hasta que el celular suene a las 5, yo lo apague y le vuelva a echar la madre. ¡YUPIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
5:15 a.m.: Vuelve a sonar el celular. Lo apago mientras sigo mentándole la madre. Él pensará "Voy a dañarme pa' que me miente la madre por algo distinto". Celular, no dudes de que te echaré la madre si me fallas. Me levanto, voy al baño, me miro al espejo y el reflejo tiene cara de sueño, mal humor y algo de oso grizzly. Trato de no perder mucho tiempo contemplándome y me entrego al ritual de aseo y baño matutino. Tengo que estar listo antes de las 6:30, que es cuando pasan a buscarme para ir a la uni. Hoy la clase es a las 8 y aunque es lunes, vemos una materia tan entretenida que todos disfrutamos la mañana.
8:00 a.m.: No me acordaba que hoy no había clase sino una evaluación corta. El profesor tuvo un pequeño percance y no nos va a aplicar el examen, sino otra persona. Nos entregan la hoja y las preguntas son tan fáciles que despachamos la prueba en media hora, a lo sumo.
8:30 a 11:00: curso mi materia favorita: cafetín VIII. En realidad la curso hasta las 10 porque luego me voy disparado a un laboratorio de computación a bajar una información para un reportaje que tengo que entregar. Elegí el Capoeira y la información que hay al respecto es superabundante. Aparte, es un deporte que me atrae por la coordinación y plasticidad de sus movimientos. Consigo rápido la información y luego me pongo a ver qué ha habido de nuevo en el área de la política, algo que tiene que ver conmigo porque mi trabajo me obliga a estar al día en esa área.
11:00: Como terminamos tan temprano, RJ y yo arrancamos de la uni. Esto es bastante inusual. Las clases de los lunes y martes empiezan a las 8 y terminan a las 12 o un poco antes. Vamos conversando en el camino y riéndonos. Disfruto mucho la trayectoria porque las conversas me permiten desestresarme y ahí doy rienda suelta al piche 20% de maldad que tengo (¿será cierto que soy así de bueno? Hum...), para hacer chistes. Lo habitual es que RJ le dé la cola a alguien más y entonces las conversas son tan animadas que el tráfico no se siente. Así, entre carcajadas, debates y confesiones ocasionales, llego a mi casa.
11 y pico: Leo rápido una parte de un libro sobre el que me van a hacer control de lectura en dos semanas. Al principio odié tener que comprar ese libro porque eso me privó de salir este fin de semana pero empecé a leer y me quedé pegado. El texto se llama "Al pie de un volcán te escribo" y es una compilación de cartas-reportajes escritos entre 1989 y 1992. Sin desperdicio.
12:15 p.m.: Me siento a comer. Corrijo: a tragar como desaforado. Lentejas guisadas, arroz y un trozo bien madurito de aguacate. Me fascinan los granos y las manos de mi mamá simplemente son mágicas porque la comida me sabe a gloria. El guiso de las lentejas está hecho con tomate, cebolla, aceite, sal y condimentos. Todo eso licuado y cocinado junto con los granos. El aguacate está en su punto. Ni muy verde ni demasiado maduro. Le eché sal al pedazo que me serví y en cada bocado procuro combinar un poco de lentejas y un poco de aguacate. Dejo que la pulpa del aguacate se me diluya en la boca y se combine con los granos.
¡Dios, qué rico! A pesar de que tengo prisa y como apurado, no puedo evitar paladear mi almuerzo y ronronear de vez en cuando. Me encanta comer, disfruto lo que me como y ahorita tengo la suerte de sentarme a almorzar en mi casa. ¡Al carajo, no juegue! Tomémonos nuestro tiempo. Total, por un fucking día que llegue tarde, el mundo no se va a caer. Aparte, estoy exagerando porque sé que no hay posibilidad de que llegue tarde: vivo en Prados del Este, trabajo en Las Mercedes y mi jornada arranca a las 2. Olvídalo, Jorge. Deja la fiebre y come despacio.
12:45 p.m.: Termino de comer. Camino contoneándome porque quedé que me estallo. ¡Bah! Los cauchitos que me gasto han sido producidos por arduas jornadas de tragar. Ahora tengo que mantenerlos, así que plomo al hampa. A tragarrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!!!
Estoy de buen humor porque tengo todo el tiempo del mundo y voy a un trabajo que me da lo suficiente para pagar mis estudios y tener alguito de dinero para mí. Aparte, el ambiente me encanta y siento que aporto mi granito de arena para una causa que considero justa. No me caigo a mentiras, sé que lo que hago no va a cambiar el mundo ni va a significar un vuelco en la vida de este país. Tan sólo me dedico a monitorear medios en la tarde para armar resúmenes de noticias que luego enviaré a las 8 y pico de la noche a algunos integrantes de Primero Justicia, incluyendo el comando de campaña de su candidato.
No creo que ese candidato llegue demasiado lejos. Sí quiero que el actual presidente se vaya. Son casi ocho años de tortura y el país no aguanta más. Por eso trabajo con Primero Justicia, pero creo que ya el candidato ha perdido la capacidad de sorprender a un electorado demasiado harto de promesas incumplidas y generalidades dichas hasta la náusea.
Algo hay que hacer pero yo, de verdad, no tengo idea qué será. Es decir, me refiero a que hay que hacer algo con la estrategia del candidato. Como no sé qué será lo que hay que hacer, yo me limito a fajarme en mi trabajo, hacerlo lo mejor que pueda, reventarme el alma para que mis resúmenes sean sustanciosos sin dejar de ser breves y enviarlos puntualmente cada noche. Ese es mi grano de arena. En todas estas cavilaciones se me va el tiempo mientras voy de mi casa al trabajo, al que llego con media hora de anticipación.
1:30 p.m.: Llego y me entero que un sacerdote fue encontrado sin vida en la habitación de un hotel capitalino frecuentado por parejas homosexuales. El cura era subsecretario de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Las circunstancias en que murió el clérigo son raras. Demasiado raras. Por acto reflejo, uno tiende a responsabilizar al gobierno. Sobre todo después del discurso del cardenal Urosa ante la AN, la semana pasada. Allí, el alto prelado defendió la formación religiosa en las escuelas públicas y pidió la escogencia de un CNE confiable.
El mensaje que flota en el aire es "Ah, ¿tú te metes con nosotros y nos ladillas? Okey, nosotros te matamos un cura y de paso hacemos que quede como marico después de muerto. Sigue jodiendo para que veas". Quizá estemos hilando demasiado fino pero después de todo, no se nos puede culpar. En demasiadas ocasiones ha quedado demostrada la participación del gobierno en casos asqueantes de muertes, por decirlo decentemente. Un cura muerto puede ser un botín sustancioso para ellos.
2:00 p.m.: Arranco a redactar la primera de varias "mininoticias" que me tendrán ocupado esta tarde. Esta parte de mi trabajo es automática, casi rutinaria. Para no fastidiarme, busco giros en mi propia redacción para dar a las noticias una presentación diferente. Así me entretengo y de paso me impongo ejercicios de creatividad que son saludables para mi estilo.
El momento fuerte de mi trabajo será más tarde, cuando tenga que estar pendiente de las páginas web de los medios, de una entrevista que le van a hacer a Julio Borges en una emisora de radio y de Aló Ciudadano, un programa de opinión que pasan por televisión, todo eso al mismo tiempo. Ahí dejaré los dedos en el teclado y mis sesos desparramados de tanto dividir mi cabeza ante tanto estímulo informativo.
6:00 p.m.: Empieza la entrevista. La transcribo a toda mecha, llena de errores. No le paro a eso porque es mi estilo de trabajo: transcribo sobre la marcha, a todo lo que me dan los dedos, y luego corrijo hasta la última coma. Mientras la entrevista se desarrolla, tres páginas web se han actualizado. Aprovecho una pausa de publicidad en la radio para incluir las últimas notas informativas. La entrevista termina, la corrijo y la envío por mail. Minutos más tarde entrevistan a otro cuasi-candidato presidencial y arranco a correr otra vez.
7:00 p.m.: Termina la segunda entrevista, la mando a toda mecha y me concentro en la hora estelar del programa de tele. Siento algo viscoso que se me sale por una oreja. "Un pelín de masa encefálica, supongo". Apartando las exageraciones, aún no estoy acostumbrado a estar pendiente de varias cosas a la vez y me cuesta trabajo. Es cuestión de costumbre y sé que al final me habituaré porque sí, porque me toca, porque esto mismo tendré que aplicarlo cuando me gradúe y tenga que trabajar en serio.
8:15 p.m.: Doy los toques finales al resumen, en el que va lo más resaltante del programa de tele. Lo mando, llamo por teléfono a una chama que me está dando vueltas y con la que tengo una química bestial. Todo un cable pelado. Lo bueno es que no hay sentimientos involucrados, y así pretendo mantener esa relación. Al primer "pistón emocional" me desapareceré. Hablamos unos pocos minutos porque me siento cansado y me marcho a mi casa.
10:00 p.m.: Hace rato que cené (o sea, me embutí de más comida) y me instalé frente al televisor a ver "24". Empecé a seguir la serie apenas ahora, con el inicio de su nueva temporada, y me quedé enganchado.
11:00 p.m.: Estoy en mi cama pero trato de sacar mis últimas energías para seguir leyendo "Al pie de un volcán te escribo". El libro es tan endemoniadamente bueno que vuelve a absorberme desde las primeras líneas. Así, olvido que me estoy muriendo de sueño y leo hasta la medianoche, cuando siento los ojos como dos bolas de fuego. Adoro leer. Y leería mucho más si tuviera más tiempo y dinero para comprar un montón de libros que desde hace tiempo me pican el ojo.
12:00 a.m.: Lo último que pienso es justo eso, que necesito dinero para leer más cosas. No le dedico más de 10 segundos a ese pensamiento porque me quedo dormido como tronco hasta que el celular suene a las 5, yo lo apague y le vuelva a echar la madre. ¡YUPIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
Comentarios
Sin embargo, lo reitero: me gustó mucho. Me imagino que él te ayuda a drenar el agite diario y a darle un toque de humor que lo haga más llevadero.
Me encantó la parte donde dices que te esfuerzas por poner un granito de arena a través del trabajo que realizas, pues en la actualidad creo que es lo que debemos hacer cada uno de nosotros para que este país funcione un poquito mejor de lo que lo está haciendo.
De verdad, sigue brindándonos este espacito para compartir contigo y tu vida, mira que lo haces muy bien.
Un beso y éxito.
Que ingenio para esto jajajaja
Besillos guaros...
Hasta ahora el mejor que he leido