Amor de madre

Nunca he sido muy paciente con los niños. Es un defecto que tengo. No soporto ver a un niño pequeño haciendo una pataleta. Si veo un chamín contestándole feo a su mamá, me provoca agarrarlo y torcerle el pescuezo. Y si oigo a un niño llorando, empiezo a desesperarme. Qué hace uno, mi paciencia es escasa con los niños. Ojo, me aguanto. Ni les grito, ni les pego ni nada; me calo mi procesión por dentro.

Algo así me tuve que calar hace unos días, cuando estaba agarrando el metrobús para ir a mi trabajo. Una muchacha joven —no más de 25 años de edad— llevaba en brazos una niña que no tendría más de tres años. A medida que la cola para abordar el metrobús se acortaba, la niña lloraba más y más. Se movía desesperada en brazos de su mamá, que la mecía y le hablaba con suavidad mientras le sonreía.

Yo iba justo detrás de ellas; el llanto de la niña me traía crispado y con el escroto bien fruncido. Volvía la cabeza a cualquier otro lado con tal de oír al menos 10 decibeles menos de llanto y grito pero qué va, la cosa fue al revés. A medida que nos acercábamos a la puerta del metrobús, la niña se desesperaba más y súbitamente sus gritos subieron una octava y se hicieron mucho más agudos y penetrantes. Estaba en el punto justo en que los perros la escuchan mejor que uno.

Abordamos el metrobús. La niña se revolvía enloquecida en los brazos de su mamá, sus gritos se oían en dos cuadras a la redonda. ¿Yo? Con el almuerzo bailándome reggaetón en el estómago y a punto de decirle a la muchacha que buscara el modo de hacer callar a su hija. ¿La madre? Meciendo a su niña y hablándole con dulzura.

Llegué a un punto en que pasé de la molestia a la resignación. “A lo mejor llora porque tiene cólico. De repente le tiene miedo al metrobús o se siente mal por la manera como se mueven los autobuses”, pensé. Traté de buscarle explicaciones a la manera de llorar que tenía la niña. Así yo bajaba mi propia molestia y de paso buscaba algo que me hiciera distraer mi atención de los berridos de la chama.

Pero el que dijo que madre hay una sola sabía lo que decía. La muchacha se sentó, abrió el bolso en el que cargaba las cosas de la niña, sacó un tetero lleno con agua o suero (era un líquido transparente) y se lo dio a la niña. Santo remedio. Se lo tomó y se tranquilizó al instante.

Yo veía aquello y mi asombro crecía. Hasta que caí en cuenta de que ese es el tipo de soluciones que sólo una madre puede hallar, justamente por ser madre y conocer a sus retoños. La niña se tomó su tetero y su madre seguía hablándole con la misma ternura. Al terminar, la chica guardó el tetero vacío, le dio un beso a su hija y la abrazó sin dejar de sonreírle.

Sin comentarios. Madre hay una sola… y cómo rinde.

Comentarios

La mae nairo dijo…
Pues si madre hay una sola y c.... de m..... hay muchas.

Las madres tenemos el don de saber cual es el llanto de nuestros hijos, si es por hambre, por sueño, calor, frio, por sed en el caso de la bebé...

Lo importante aquí es mantener la calma y la dulzura y no ponerse a la par de ella.....

Besos y abrazos desde el salon.

La Mae.-
Yo tengo un poco más de paciencia con los chamos que tú, pero en efecto un llantén de un niño a mí me desquicia. Y Dios guarde a esa madre, porque demasiadas veces me he encontrado con "madres" que lo que hacen es gritarle al chamito para que se calle. Y ni te cuento las animales de monte que el chamo grita y lo que hace es pegarle. Dioooossss... Madre hay una, y cómo rinde. Éxitos mi pana.
Anónimo dijo…
Jajaja, por eso mantengo mi pensamiento de que los niños son bellísimos, una cuchura, mientras no sean mis hijos! Sin embargo, me imagino que es una paciencia que uno va desarrollando poco a poco, sobre todo la mujer, que tiene el don de abrigar por nueve meses a una criatura dentro de su vientre.
Para los hombres debe ser igual, creo, porque de algún modo es ver a un pedacito de sí mismo en otro cuerpo, así que estoy segura que tus niveles de tolerancia hacia los niños aumentarán, más si hablamos de un retoño propio :).
En fin, un post cómico, pero que sin duda da para pensar. Recibe un besote muy grande mi George y continúa así.
Unknown dijo…
Jejejeje! Aquí han venido unos que desesperan horribleeeee! Pero no te creas, hay unos que ni que le den lo que le den porque es sólo malcriadez!

Beshos Jorgito y que Dios te provea siempre de paciencia! ^^
Lycette Scott dijo…
Jajajaja esto ha quedado finísimo.
Los niños, en honor a la verdad los detesto
Khabiria dijo…
Bueno Jorge, debo confesarte algo, para mi, cualquier ser humano que hable y camine es un peligro latente para la sociedad...es decir me gustan los niños muy pequeñitos, casi inconscientes de este mundo....despues que aprenden a hablar y a caminar ya no hay manera de revertirlos y solo hay que tenerles mucho miedo...yo a veces no entiendo como uno sobrevive? porque cuando estamos pequeños parece que atentaramos contra nosotros mismos...metemos los dedos en los enchufes, jugamos con cuchillos, bajamos las escaleras de cabeza, mordemos las orejas de los perros, y asi sucesivamente.....pero bueno, es verdad, sobreviviemos gracias a nuestras madres....las madres son maravillosas!!!
Un abrazo
Yamny dijo…
Ahy Jorge! :( Me hicistes añorar a mi mamá! Tengo casi 2 meses sin verla! De pana que las madrecitas son lo máximo! Siempre saben como consolar, curar y querer!!!

Que comico tu descripción de ti hacia los niños!! Jeje Un besote!!!
Marian dijo…
Deja que tengas el tuyo ... jajajaja no imagino tu cara cuando te haga un berrinchito en pleno centro comercial! :P

Saludos!
Pansy dijo…
El amor de madre no es comparable con nada!
Aunque he visto algunas que pierden la paciencia con los chamos, la mayoria entiende a sus hijos ...
Con amor y paciencia todo se puede!
Un abrazo!

Entradas más populares de este blog

¡Hola!

En el restaurante

Nuestro ciclo